Perspectiva de José Smith-Historia #20
¿Por qué Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo esperaron hasta “principios de la primavera de 1820” (José Smith–Historia 1:14) para revelarse al profeta José Smith y marcar el comienzo de la dispensación del cumplimiento de los tiempos? Esta pregunta surge naturalmente cuando las personas reflexionan en el momento de la Primera Visión de José Smith. A lo largo de los años, los eruditos Santos de los Últimos Días han señalado una serie de posibles razones por las que el año 1820, o al menos el período general de la República Americana temprana, podría haber sido el momento adecuado para que José, bajo la dirección celestial, iniciara el proceso de restauración1.
Primero, debe reconocerse que el momento específico de la Primera Visión parece haber dependido en gran medida del propio José. José no se despertó repentinamente una mañana de 1820 y decidió orar en la arboleda. Nació en 1805 en Sharon, Vermont, poco después del establecimiento de los Estados Unidos de América, hecho que brindó una situación política sin precedentes que protegía el libre ejercicio de la religión. Y luego su familia tuvo la necesidad de mudarse de Vermont al oeste de Nueva York. Debido a las condiciones económicas y climáticas, la familia Smith se estableció en Palmyra en 18162. El cerro Cumorah no solo estaba en esa zona vecina, sino que también era un área de considerable entusiasmo religioso en un momento de libertad y elección individual, lo que hacía que ese momento en particular fuera inusualmente oportuno para que el joven José indagara, se preparara espiritualmente y reuniera la determinación de acercarse a Dios en oración3. Como relató en su historia de 1832, cuando era un joven adolescente “[a]lrededor de la edad de doce años, comen[zó] a inquietar[se] seriamente con respecto a todo lo importante que tenía que ver con el bienestar de [su] alma inmortal”. Esta lucha interna duró “de los doce a los quince años de edad”, mientras José “medit[aba] muchas cosas en el corazón acerca de la situación del mundo”4. Fue solo después de “una seria reflexión y gran inquietud” que José “finalmente” se sintió decidido a seguir la dirección dada en Santiago 1:5 (José Smith–Historia 1:8, 13). Por lo tanto, en la vida personal y familiar de José, la Primera Visión difícilmente pudo haber ocurrido antes de 1818 o 1819.
Cualesquiera que hayan sido los factores personales que pusieron a José de rodillas en la primavera de 1820, en un macronivel es evidente, a partir de las amplias tendencias históricas y sociales de la época, que la Primera Visión ocurrió durante un momento crucial de la historia. Como ha documentado recientemente el historiador de religión Richard Bennett, la restauración surgió de una época de reforma, revolución y progreso como nunca se había visto5. No solo la Revolución de Estados Unidos (1765-1783), sino también las revoluciones en Europa (como la Revolución Francesa [1789-1799] y las Guerras Napoleónicas [1803-1815]) y en América del Sur (las campañas militares de Simón Bolívar [1811– 1830]) prepararon políticamente al mundo para el establecimiento de lo que se convertiría en un nuevo movimiento religioso mundial6. Si los esfuerzos de estos movimientos de liberalización política, social y económica, que se esforzaron por asegurar la libertad de viaje, de expresión, de reunión, de religión y de prensa, entre otros derechos, para el hombre común, no hubiesen cobrado impulso, es difícil imaginar un entorno mundial que hubiese visto la publicación y distribución del Libro de Mormón y el rápido establecimiento y difusión de la Iglesia de Jesucristo en cualquier momento mucho antes de 1830.
La Primera Visión también se produjo en un momento de progreso intelectual crucial. El hecho mismo de que José tuviera acceso personal a una Biblia en su idioma nativo donde pudiera encontrar Santiago 1:5 se debió a los esfuerzos de reformadores como William Tyndale e inventores como Johannes Gutenberg para hacer que las Escrituras fueran accesibles en inglés para todos 7, así como a los logros obtenidos por los pensadores de la Ilustración que destacaron la necesidad del pluralismo religioso y la tolerancia8. En las décadas previas a 1820, las sociedades bíblicas y misioneras cristianas protestantes tanto en Europa como en América del Norte comenzaron una cruzada renovada para hacer de la Biblia el centro de estudio y la principal herramienta de proselitismo entre todas las clases de personas9.
Es más, el ambiente religioso de Norteamérica fomentado por el Primer (1730-1740) y Segundo (1790-1840) Gran Despertar no solo alentó al joven José a buscar urgentemente una relación personal con Dios, sino que también permitió que el niño cuestionara abiertamente la sectas cristianas dominantes de su época10. Bennett ve astutamente que el joven José “heredó esta atmósfera [cultural]” de revolución, reforma y progreso (tanto religioso como secular) que lo llevó a “su propia arboleda sagrada cerca de Rochester, Nueva York, en la primavera de 1820 en una determinación de preguntar a su Dios” cómo podía dar sentido a los efectos vertiginosos de este nuevo mundo en el que se encontraba. “Si bien la respuesta a su oración condujo al amanecer de una nueva religión mundial, su búsqueda también debe verse como parte de un tiempo que estaba cambiando las viejas formas, costumbres y corrientes de pensamiento en una amplia gama de esfuerzos humanos”11.
Estas fuerzas personales e históricas también han sido detectadas por el historiador legal John Welch, quien hace hincapié sobre una serie de notables similitudes providenciales entre el origen y el crecimiento de la Iglesia de Jesucristo en el Meridiano de los Tiempos con condiciones similares que permiten la restauración y el crecimiento de la Iglesia de Jesucristo en el cumplimiento de los tiempos12. Por ejemplo, Welch señala que:
[E]n el 31 a. C., Augusto César derrotó a Marco Antonio en la batalla de Accio y marcó el comienzo de una era de paz mundial sin precedentes conocida como Pax Romana. Del mismo modo, treinta años antes del nacimiento de José Smith, las colonias estadounidenses se unieron en una revolución contra Inglaterra y derrotaron a las fuerzas británicas para establecer una nueva nación americana que defendiera la libertad y la paz. En ambos mundos abundaba el optimismo. La gente estaba abierta a nuevas ideas y formas de organización. Se habían derrocado los viejos acuerdos legales y sociales. Nuevos horizontes eran tentadoramente atractivos. Los sentimientos de inestabilidad que resultan de la revocación de las órdenes tradicionales se mitigaron en ambos casos elevando a nuevas figuras o familias a un estatus semidivino. En el contexto romano, la familia de Augusto César proporcionó a la sociedad en general una base organizativa fundamental. En el marco estadounidense, las principales familias de Virginia y Massachusetts se convirtieron en íconos de la nueva república, proporcionando sus primeros cuarenta años de presidentes13.
Otros paralelismos entre los orígenes de la Iglesia de Jesucristo en los siglos I y XIX detectados por Welch incluyen hallazgos análogos, comportamientos grupales, patrones de crecimiento y escenarios históricos externos. Todo esto sugiere que deben existir muchas cuestiones para que un nuevo y frágil movimiento religioso se arraigue y tenga éxito, y que los preparativos divinos bien pueden haber influido en el momento de los nacimientos y muertes de Jesucristo y José Smith.
Welch escribe: Esto nos invita a ver la historia a través de un paradigma providencial que “está interesado en imágenes y patrones que incluyen propósitos e influencias divinas como parte del drama humano”.
Un acercamiento de los Santos de los Últimos Días a la historia invita a una detección cuidadosa de los lugares y las formas en que Dios podría haber estado involucrado en los asuntos de la historia. Si bien sigue siendo un desafío esquivo encontrar un sentido histórico a las siguientes analogías o similitudes providenciales, buscar a Dios en la historia es una búsqueda como mínimo tan interesante como tratar de detectar las influencias de otras metafuerzas que operan a lo largo de la historia, como las presiones económicas, conflictos de clases o avances intelectuales14.
Hasta que los tiempos fueran los indicados, ni Jesús ni José podrían haber cumplido sus misiones predeterminadas y necesarias. Y si alguno hubiera nacido treinta años antes o treinta años después, no es difícil ver que ninguno hubiera tenido muchas posibilidades.
Mientras que muchos puntos como estos ayudan a responder la pregunta de por qué la restauración tuvo que esperar varios siglos hasta que pudiera suceder, los Santos de los Últimos Días no deberían estar demasiado ansiosos por proyectar artificialmente su propia visión de la historia sobre el pasado anterior a la restauración. Como Bennett advierte:
Al intentar colocar la restauración en un contexto más general, existe el impulso de algunos lectores de los Santos de los Últimos Días de ver toda la historia apuntando a Palmyra . . . cuando en realidad no fue así. Una historia mundial no puede manipularse artificialmente para encajar en un estrecho y preconcebido paradigma de interpretación y profecía autocumplida que promueve la fe, de que todos y todo eran de alguna manera parte de un himnario divino de los Santos de los Últimos Días15.
Asimismo, Welch finaliza su evaluación de estos numerosos elementos de evidencia para el momento de la restauración con esta advertencia: “Como prueba de que Dios una vez más ha puesto Su mano a trabajar en una restauración divina de Su Reino como se estableció originalmente en el meridiano de los tiempos, los datos anteriores pueden, por supuesto, proporcionar solo evidencia circunstancial, pero dicha evidencia no carece de mérito”16. Por lo tanto, mientras él mismo percibe la importancia de los patrones y fuerzas “tan pertinentes para el surgimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”17, Bennett invita a los estudiantes de historia a “hacer sus propias conexiones y conclusiones”18 a medida que se encuentran con lo que Welch describe como “Dios y la humanidad act[uando] en un escenario mundial con todos sus apoyos y accesorios necesarios”19.
Si bien todavía hay espacio para que los Santos de los Últimos Días individualmente descubran el grado exacto en que Dios influyó en los eventos mundiales que condujeron a la restauración, no cabe duda de que tales cosas toman tiempo. Como el élder M. Russell Ballard testificó recientemente: “El Señor preparó al mundo para la restauración del evangelio de Jesucristo mucho antes de que el Padre y el Hijo se aparecieran a José Smith en 1820”. Por lo tanto, es “apropiado recordar la gran cantidad de mujeres y hombres a lo largo de los siglos que fueron inspirados por el Señor mientras preparaba el mundo para la Restauración que dio comienzo cuando el Padre y el Hijo se aparecieron al joven José Smith, quien buscaba perdón y dirección en 1820”20.
Otras lecturas
M. Russell Ballard, “Cómo el Señor preparó el mundo para la Restauración”, Liahona, enero de 2020, 14–21.
Steven C. Harper et al., eds., Prelude to the Restoration: Apostasy to the Restored Church (Provo y Salt Lake City, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University y Deseret Book, 2004).
John W. Welch, “Early Mormonism and Early Christianity: Some Providential Similarities”, en Window of Faith: Latter-day Saint Perspectives on World History, ed. Roy A. Prete (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 2005), 17–38.
Richard E. Bennett, 1820: Dawning of the Restoration (Provo y Salt Lake City, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University y Deseret Book, 2020).
Notas al pie de página
1 Para tratamientos recientes que exploran esta línea de pensamiento, véase Steven C. Harper et al., eds., Prelude to the Restoration: Apostasy to the Restored Church (Provo y Salt Lake City, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University y Deseret Book, 2004); John W. Welch, “Early Mormonism and Early Christianity: Some Providential Similarities”, en Window of Faith: Latter-day Saint Perspectives on World History, ed. Roy A. Prete (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 2005), págs. 17–38; Richard E. Bennett, 1820: Dawning of the Restoration (Provo y Salt Lake City, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University y Deseret Book, 2020).
2 Richard Lyman Bushman, Joseph Smith: Rough Stone Rolling (New York, NY: Alfred A. Knopf, 2005), 27–35.
3 Véase Central de la Perla de Gran Precio, “Agitación religiosa cerca de Palmyra, Nueva York, 1816-1820”, Perspectiva de José Smith–Historia #7 (junio 9, 2020).
4 History, circa Summer 1832, 1–2, ortografía estandarizada. [Véase aquí la versión estandarizada en español].
5 Bennett, 1820.
6 Bennett, 1820, 1–30, 57–80, 207–230, 259–286.
7 David Rolph Seely, “Words ‘Fitly Spoken’: Tyndale’s English Translation of the Bible”, en Prelude to the Restoration: From Apostasy to the Restored Church, ed. Steven C. Harper et al. (Provo y Salt Lake City, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University y Deseret Book, 2004), 212–227; Keith J. Wilson, “From Gutenberg to Grandin: Tracing the Development of the Printing Press”, en Prelude to the Restoration, 269–286; Kent P. Jackson, “The English Bible: A Very Short History”, en The King James Bible and the Restoration, ed. Kent P. Jackson (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 2011), 11–24; “The King James Bible in the Days of Joseph Smith”, en The King James Bible and the Restoration, 138–161.
8 David Pigott, “What We Hold So Dear: Religious Toleration as a Precondition to the Restoration”, en Prelude to the Restoration, 142–158; Robert R. Newell, Carma T. Prete, and Roy A. Prete, “European Origins of Freedom in America”, en Window of Faith, 311–329.
9 Bennett, 1820, 231-258; “The Rising of the Holy Bible to the Restoration”, en Prelude to the Restoration, 40–58.
10 Bennett, 1820, 317–342.
11 Bennett, 1820, xiv.
12 Welch, “Early Mormonism and Early Christianity”, 17–38.
13 Welch, “Early Mormonism and Early Christianity”, pág. 20.
14 Welch, “Early Mormonism and Early Christianity”, 17–38.
15 Bennett, 1820, viii.
16 Welch, “Early Mormonism and Early Christianity”, pág. 35.
17 Bennett, 1820, x.
18 Bennett, 1820, viii.
19 Welch, “Early Mormonism and Early Christianity”, 36.
20 M. Russell Ballard, “Cómo el Señor preparó el mundo para la Restauración”, Liahona, enero 2020, 15–16.